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La mujer que tocó el manto de Jesús
Algunas veces en nuestras vidas nos olvidamos de cosas básicas, en nuestro corazón, y ese algo que no podemos permitirnos en nuestra vida, es que la costumbre inunde nuestra vida, siempre debemos buscar renovarnos, buscar ser expectantes, actuando de una manera diferente, porque cada día es diferente, Dios pone un mundo diferente para nosotros cada día, muchas veces estamos tan acostumbrados a las bendiciones de Dios que no agradecemos porque pensamos por costumbre que es obligación de Dios.
Nos olvidamos de verdad quien es Dios, nos olvidamos de su paternidad, de las cosas que nos enamoraron incluso de Dios, hay muchas situaciones que nos pasan y que olvidamos porque se nos hace una costumbre y damos por sentadas muchas cosas, pero cuando esto no sucede, es cuando nuestra vida va cambiando y va siendo diferente y va transformándose al ritmo de lo que Dios quiere ir transformando en todos y cada uno de nosotros.
Todos nosotros vamos a la iglesia con un propósito para ir, cada uno tendrá sus razones diferentes, pero la realidad es que tienes un Dios, tienes un Padre que te va a bendecir cada que tú entres a la iglesia, pero muchas bendiciones no las vas a tomar porque no vas con esa intención de tomar una bendición de Dios, tienes que poner un objetivo, pero a veces perdemos ese objetivo, ve a la iglesia con un propósito y entiende lo que Dios quiere hacer con tu vida.
Tenemos que ponernos a pensar, que tan determinados estamos de hacer lo necesario para conseguir aquello que traes en tu corazón y que tanto le has pedido a Dios o dar a Dios, vas con una gran expectativa o vas con un pensamiento de ver a Dios como tu última opción, ya que no puedes más, en lugar de verlo como la prima opción, en el momento que tienes un problema en lugar de correr a tocar su manto, en lugar de correr a pedirle un milagro, buscas de mil maneras como solucionarlo por ti mismo y si cuando todo falla, entonces piensas que es momento de buscar a Dios.
CITAS BÍBLICAS
S. Lucas 8:40-44
S. Lucas 18:35-42
LA MUJER QUE TOCÓ EL MANTO DE JESÚS.
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By CAMVIMXAlgunas veces en nuestras vidas nos olvidamos de cosas básicas, en nuestro corazón, y ese algo que no podemos permitirnos en nuestra vida, es que la costumbre inunde nuestra vida, siempre debemos buscar renovarnos, buscar ser expectantes, actuando de una manera diferente, porque cada día es diferente, Dios pone un mundo diferente para nosotros cada día, muchas veces estamos tan acostumbrados a las bendiciones de Dios que no agradecemos porque pensamos por costumbre que es obligación de Dios.
Nos olvidamos de verdad quien es Dios, nos olvidamos de su paternidad, de las cosas que nos enamoraron incluso de Dios, hay muchas situaciones que nos pasan y que olvidamos porque se nos hace una costumbre y damos por sentadas muchas cosas, pero cuando esto no sucede, es cuando nuestra vida va cambiando y va siendo diferente y va transformándose al ritmo de lo que Dios quiere ir transformando en todos y cada uno de nosotros.
Todos nosotros vamos a la iglesia con un propósito para ir, cada uno tendrá sus razones diferentes, pero la realidad es que tienes un Dios, tienes un Padre que te va a bendecir cada que tú entres a la iglesia, pero muchas bendiciones no las vas a tomar porque no vas con esa intención de tomar una bendición de Dios, tienes que poner un objetivo, pero a veces perdemos ese objetivo, ve a la iglesia con un propósito y entiende lo que Dios quiere hacer con tu vida.
Tenemos que ponernos a pensar, que tan determinados estamos de hacer lo necesario para conseguir aquello que traes en tu corazón y que tanto le has pedido a Dios o dar a Dios, vas con una gran expectativa o vas con un pensamiento de ver a Dios como tu última opción, ya que no puedes más, en lugar de verlo como la prima opción, en el momento que tienes un problema en lugar de correr a tocar su manto, en lugar de correr a pedirle un milagro, buscas de mil maneras como solucionarlo por ti mismo y si cuando todo falla, entonces piensas que es momento de buscar a Dios.
CITAS BÍBLICAS
S. Lucas 8:40-44
S. Lucas 18:35-42
LA MUJER QUE TOCÓ EL MANTO DE JESÚS.