PARTE II (Vida silvestre, bosques y sabanas)
La sombra se siente sola y hambrienta. Aparece como una figura mágica en medio de una boda en el Amazonas colombiano. Mientras tanto, Ixchel prepara su celebración de Quince Años en la península de Yucatán, en el corazón de la selva maya.
Narrador
Una madrugada, La Sombra trepa a un nogal ecuatoriano hasta quedarse sin fuerza. Tiene hambre. Se trata de un jaguar negro. A pesar de ser el felino más grande de América, casi tan grande como el tigre asiático o el león africano, siente miedo ante unos perros que le ladran. Hace calor y un colibrí la despierta. Una capibara anciana se ofrece a los ojos brillantes de la débil pantera, quien agradece, inclinando la cabeza, como una figura de piedra. Un armadillo pasa frente a ella. Ni siquiera le mira. Está decidida a seguir. Su corazón late entre dos océanos.
Audio. Exterior, ambiente festivo. Música de cumbia.
Narrador
Hay una boda en el cerro de La Popa, al sureste de Cartagena, Colombia. En el borde de la sierra hay un convento que corona el cerro desde donde puede verse el Mar Caribe. En el momento del baile entre los novios, alguien da la alerta de fuego en el bosque. Hombres y mujeres salen del convento donde sucede la fiesta y encuentran a La Sombra, quien dibuja su silueta felina frente a las llamas del incendio forestal. Un hombre saca el machete para usarlo en su contra, pero la novia, vestida de blanco, lo detiene del brazo. Esa pantera apareció ahí para avisarles del incendio. La Sombra ruge. Un fuerte trueno anuncia la lluvia que termina por extinguir el fuego. Cuando los novios regresan al patio del convento, la banda de músicos está en medio de un bosque que ha crecido alrededor de la fuente, entre las columnas, al centro del patio, levantando las mesas, a los invitados y dando hogar a una familia de pajaritos tangara, que cantan ante la mirada de la nueva pareja. El baile comienza de nuevo.
Ixchel
Voy a tener mi fiesta de quince años, y este bordado es para mi vestido de cumpleaños. Tengo las manos adoloridas de coser los hilos sobre la tela traída de Guatemala a México, y ahora puedo ver el páramo que he dibujado, con una pantera en el centro. Casi puedo escucharla, como el sonido del trueno con el que comienza la lluvia.