Del caleidoscopio que conforman todas las formas de relaciones humanas, la política ocupa un lugar prominente, influyendo profundamente en el curso de nuestras vidas y en el destino de las naciones. Sin embargo, hay momentos en los que la política parece alejarse de la esencia misma de lo que significa ser humano, y así la deshumanización de la política nos puede llevar a la guerra. La capacidad de algunos políticos para hablar de guerra —el más grave y devastador de los actos humanos— sin un atisbo de emoción o humanidad, nos lleva a reflexionar sobre cómo la política puede transformar a sus practicantes en algo que parece ajeno a la mayoría de nosotros. La Dualidad de la Política La política, en su ideal, es una herramienta para el bienestar colectivo, diseñada para organizar nuestra convivencia de manera justa y equitativa. Sin embargo, la práctica política a menudo revela una cara muy diferente: una arena de poder y dominación, donde el objetivo de mejorar la vida de la población puede quedar relegado a un segundo plano frente a los intereses personales o de grupo.