En este sermón pudimos entender que la vida cristiana no termina en la salvación, sino que comienza con un llamado profundo y continuo a la santificación. Dios no solo nos ha justificado por medio de Cristo, sino que también nos ha regenerado para vivir una vida nueva, separada del pecado y consagrada a Él.
La santificación no es una sugerencia ni una opción secundaria en la vida del creyente: es una exigencia divina. A través de distintos textos bíblicos, se nos recuerda que la voluntad de Dios es nuestra santificación, y que esta obra se manifiesta en una transformación real, constante y visible en la vida diaria de quienes han nacido de nuevo.