El autor sagrado nos da noticia de la existencia de Meribaal, hijo de Jonatán, antes de narrar el asesinato de Isbaal, hijo de Saúl y rey de Israel. Una vez muerto Isbaal ya no queda nadie de la casa de Saúl que pueda acceder al trono de Israel, ya que Meribaal estaba tullido, por lo que no era apto para ello. Finalmente, David es ungido en Hebrón como rey de Israel y de Judá y, lo primero que hace es conquistar Jerusalén que, a partir de ahora, será la capital del reino.