Se nos va de ojo que no llegamos a este mundo construidos por ningún Dios que determine nuestra personalidad que forjamos influidos por nuestros padres, la familia, los amigos, el trato que recibimos de todos ellos y de la sociedad en su conjunto.
Este proceso lógico se altera en el caso de los menores tutelados bien por problemas familiares o por una forzosa emigración, que caen bajo las leyes de protección al menor y a la familia que no favorecen, precisamente, su desarrollo equilibrado porque se centran más en juzgar a las familias que en valorar sus vínculos emocionales.
Leyes que además propician la gestión privada de la tutela, cuyos agentes se dedican más a investigar a las familias y a los niños para obtener datos e información, que luego comercializan convirtiendo la tutela en un negocio, donde el bienestar de los menores queda en un segundo plano. Solo un 20% de las niños y niñas tutelados es devuelto a sus progenitores. Se impone, por tanto, una reforma integral de las leyes y protocolos para que los servicios sociales se centren en favorecer el bienestar de las familias, los niños y su futuro, y no en propiciar el negocio de unas empresas privadas con el bienestar de los niños desamparados. ¡Que no se te vaya de ojo!