La obra: La Última Tentación, me la recomendó un amigo que conocí cuando era adolecente, quien casualmente pasaba por un mal momento, buscaba un motivo, un aliento para seguir luchando con su familia a cuestas (necesitaba la luz que muchas veces busqué), me contó conmovido que leyendo Nunca alcancé a comprender si era feliz o solamente pretendía superar los recuerdos de su infancia, o que sus ilusiones, signi caban para él, ser feliz.
Estudió en mi pueblo, se casó y tenía dos hermosas hijas que eran su alegría, cuando le encontré, estaba confundido, se había divorciado y perdido la iniciativa de hallar un sentido a la vida, leía La Última Tentación, decía que esta obra le iluminaba y hacía vislumbrar un paraíso terrenal imperfecto, pero que funcionaba, sentía que le daba energía cósmica, para superar vivir sin rumbo cierto.
Estaba preocupado porque le quería mucho y veía que se desmoronaba cada vez que le encontraba y al mismo tiempo, inquieto por enterarme de cómo un libro puede ayudar a solucionar con ictos profundos del alma.
A lo que a mí concierne, compré el libro: La última tentación de Cristo.
Comencé a leer, quería descifrar lo que el autor Nikos Kazantzakis, escritor griego, descubrió en esta novela, re ere un personaje de facetas múltiples y contradictorias, difundió el culto a la sensualidad, el misterio de la tentación, la búsqueda del alma y la admiración por Oriente; si bien, su vida no se agotó con re exiones tan insondables.
Fue un personaje de profundas re exiones que le llevó a un retiro en el monte Athos, para losofar y admirar la verdad con pureza y sencillez. este libro, encontró el impulso y la razón para seguir adelante.
Estimaba sinceramente a este amigo oriundo de un país cercano al polo norte, lugar de nacimiento de su padre, en cambio su madre, procedía del pueblo en que vivíamos.
Nació en 1883, en Candia, transcurrió su infancia en medio de la guerra que sostenían los cretenses contra los turcos, más adelante murió en Alemania en 1957.
La novela fue publicada por primera vez en 1953, con la narrativa de la vida de Jesús de Nazaret.
En esta novela, Jesús, es un ser humano como todos, pero después de algunas señales divinas, pasa algunos días en el desierto. Ahí, resiste las tentaciones de Satanás y también de Lilith, para al n, descubrir y comenzar su vida como el Mesías.
Durante la cruci xión tras haber preguntado a Dios, por qué le había abandonado, se le aparece su ángel guardián, quien le explica que Dios había ordenado que bajara a salvarle, puesto que ya había sufrido bastante y, para sorpresa, le dice que él no era el Mesías.
Con su ayuda, Jesús, baja de la cruz. Los presentes continúan como si esto no estuviese ocurrido y permanecen mirando a la cruz, mientras el ángel y Jesús, se retiran.
Más adelante, describe cómo, Jesús, se encuentra con María Magdalena y posteriormente se casa con ella.
Pasado un tiempo y tras la muerte de María Magdalena, estando embarazada, Jesús, contrae nuevas nupcias con Marta de Betania, con quien forma una familia, viviendo como un hombre más.
Un día se encuentra con Pablo, que predicaba acerca del Mesías su misión, sacri cio y resurrección.
Jesús se acerca a Pablo y se presenta como Jesús, que vive como hombre, más, Pablo, contesta que la gente es infeliz y sufre mucho, que la única esperanza es el Jesús resucitado, quien salvará al mundo.
Termina diciendo que “su” Jesús, es más importante y poderoso que el de quien tratara de desmentirle.
Transcurrido un tiempo y, en medio de la conquista de Jerusalén por Tito, Jesús vive sus últimas horas. En ese trance, llegan a visitarle algunos de los apóstoles.
Judas Iscariote, le recrimina no haber consumado la Pasión. Entonces, Jesús, explica que Dios, envió a su ángel guardián para salvarle.
Judas le hace ver la verdad, revela que quien creía era su ángel guardián, en realidad era Satanás.
También le dice que si muere así, lo hará como hombre, con lo cual habría dado la espalda a Dios, en consecuencia no habrá sacri cio ni salvación.
Jesús, al darse cuenta de aquella situación, se arrastra del lecho para salir de su casa. Mientras Satanás, le dice que vivió y aceptó esa vida, la cual está terminada, por lo que debe morir como hombre.
Ya afuera, Jesús, le pide a Dios perdón y reclama ser cruci cado para así traer la salvación al mundo.
De repente se percata que todavía sigue en la cruz y que podrá terminar su sacri cio.
La temática de esta novela causó tanta controversia, que fue un factor decisivo para que la Iglesia Ortodoxa Griega decidiera excomulgar a Kazantzakis.
Este autor mostró a Jesús, como un hombre común con defectos y virtudes.
En muchos casos débil y dubitativo, capaz de llevar una vida normal, incluso de tener sexo con mujeres.
Al parecer esto constituyó una aberración para algunos fundamentalistas cristianos.
Quizá, un buen resumen sería, que este Jesús ‘humano’ cede a esa última tentación cuando sufre la pena de la cruci xión.
“¡Padre! ¿Por qué me has abandonado?… es escuchado y se le exonera de esa muerte en la cruz declarádo no apto para ser Mesías.
Prosiguiendo su vida como un judío más, en una época cuando Jerusalén estaba muy agitada y turbulenta.
Pero, lo que atrajo más controversia en el ámbito internacional fue la desnudez frontal de las escenas en la cruci xión y, el hecho de que Jesús, tuvo una relación bastante explicita con María Magdalena.
Prefacio
La doble sustancia de Cristo, siempre fue un misterio profundo e impenetrable: el deseo apasionado de los hombres, tan humano y tan sobrehumano, por llegar hasta Dios o más exactamente, retornar a Dios para identi carse con él.
La fuente de todas las alegrías y amarguras del hombre es la lucha incesante e implacable entre la carne y el espíritu.
Las fuerzas tenebrosas del Maligno y las fuerzas luminosas de Dios, están en el alma, que es el campo de batalla donde se enfrentan ambos ejércitos.
La angustia ha sido abrumadora. Amaba mi cuerpo y no deseaba que se perdiera, amaba mi alma y no quería verla envilecida.
He luchado para reconciliar estas dos fuerzas cósmicas y antagónicas, para hacer comprender que no son enemigas sino que, por el contrario, están asociadas, para que puedan congeniar de forma armoniosa y, por mi parte, concordar con ellas.
Todo hombre participa de la divina naturaleza, tanto en su carne como en su espíritu. Por ello, el misterio de Cristo, no es solo el misterio de un culto particular, si no que alcanza a todos los hombres.
En cada hombre estalla la lucha entre Dios y el hombre, inseparable del deseo de reconciliación.
Casi siempre esta lucha es inconsciente y dura poco, pues un alma débil carece de fuerza para resistir por largo tiempo a la carne, el alma pierde entonces levedad, acaba por transformarse en carne y la lucha toca a su n.
Pero en los hombres responsables, que mantienen día y noche los ojos jos en el Deber supremo, tal lucha entre la carne y el espíritu estalla sin misericordia y puede perdurar hasta la muerte.
Cuanto más potentes son el alma y la carne, más fecunda es la lucha y más rica la armonía nal.
Dios no ama las almas débiles ni los cuerpos sin consistencia. El espíritu ansía luchar con una carne potente, llena de resistencia. Es un ave carnívora que nunca deja de tener hambre, que devora la carne y la hace desaparecer, digiriéndola.
Lucha entre la carne y el espíritu, rebelión y resistencia, reconciliación y sumisión, en suma, lo que constituye el n supremo de la lucha, es decir, la unión con Dios; tal es la ascensión seguida por Cristo, que invita a seguirle, marchando tras las huellas sangrientas de sus pasos.
Este es el Deber supremo del hombre que lucha: alcanzar el elevado pináculo que Cristo, el primogénito de la salvación, coronó. ¿Cómo podemos iniciar el ascenso?
Para poder seguirle es preciso que poseamos un conocimiento profundo de su lucha, que vivamos su angustia, que sepamos cómo venció las celadas oridas de la tierra, cómo sacri có las pequeñas y las grandes alegrías del hombre y cómo ascendió de sacri cio en sacri cio, de hazaña en hazaña, hasta la cima de su martirio: la Cruz.
Jamás seguí con tanto terror su marcha sangrienta hacia el Gólgota, nunca viví con tanta intensidad, comprensión y amor la Vida y la Pasión de Cristo, como durante los días y las noches en que escribí: La última tentación.
Mientras narraba esta confesión de angustia y esperanza para la humanidad, estaba tan emocionado que mis ojos se arrasaban de lágrimas. Jamás había sentido caer gota a gota la sangre de Cristo en mi corazón con tanta dulzura, con tanto dolor.
Porque para ascender a la cima del sacri cio, a la Cruz, a la cúspide de la inmaterialidad, ‘Dios’, Cristo, pasó por todas las pruebas que debe franquear el hombre que lucha. Esta es la razón porque su sufrimiento nos resulta tan familiar y por lo que su victoria nal se nos antoja nuestra propia victoria futura.
Esta parte de la naturaleza de Cristo, tan profundamente humana, nos ayuda a comprender, amar y seguir su Pasión, como si se tratara de nuestra propia pasión.
Si no poseyera en su interior el calor de este elemento humano, jamás podría conmover nuestro corazón con tanta intensidad y ternura, jamás podría convertirse en modelo a seguir en nuestras vidas.
Luchamos, le vemos batallar como nosotros y, cobramos valor. Advertimos que nos encontramos solos en el mundo y que él, sea como fuere, lo hace a nuestro lado.
Cada instante de la vida de Cristo es una lucha y una victoria. Triunfo del irresistible encanto de las sencillas alegrías humanas. Cristo, venció la tentación, transformó incesantemente la carne en espíritu y continuó su ascensión, llegó a la cima del Gólgota, subió a la Cruz. Pero ni siquiera allí, acabó su martirio…
En la Cruz le esperaba otra tentación, ¡la última! Como un relámpago el espíritu del Maligno se desplegó ante los ojos desfallecientes del cruci cado, la engañosa visión de una vida apacible y dichosa: había seguido el sendero suave y fácil del hombre; se había casado, había tenido hijos, los hombres le amaban y respetaban y, ahora, ya viejo, sentado en la puerta de su casa, recordaba las pasiones de su juventud y sonreía satisfecho ¡Qué bien había procedido! ¡Qué sabiduría haber seguido el sendero del hombre y qué insensatez querer salvar el mundo! ¡Qué alegría haber escapado de las tribulaciones, al martirio y la Cruz!
Esta fue la última tentación que durante unos segundos, semejante a un relámpago turbó los instantes nales del Salvador.
Pero bruscamente, Jesús sacudió la cabeza, abrió los ojos ¡Vio!, no, no era un traidor, ¡alabado sea Dios!, no había desertado, había cumplido la misión que Dios le había con ado.
No se había casado, no había vivido dichoso, había llegado a la cima del sacri cio: estaba clavado en la Cruz. Cerró los ojos, satisfecho.
Entonces se oyó el grito triunfal: ¡todo se ha consumado! Es decir, terminó su misión, fue cruci cado, no sucumbió a la tentación.
Escribí este libro para ofrecer un ejemplo supremo al hombre que lucha, para mostrar que no debe temer al sufrimiento ni la tentación ni la muerte, porque todo ello puede ser vencido y, ya ha sido vencido.
Cristo sufrió y desde entonces el martirio quedó santi cado; la tentación luchó hasta el último instante para extraviarlo y la tentación fue vencida.
Cristo murió en la Cruz y, en ese mismo instante, la muerte fue por siempre vencida.
Cada obstáculo interpuesto en su marcha se transforma en hito y ocasión de futuras victorias. Ante nosotros tenemos, ahora, un ejemplo que de cómo nos abre el camino e infunde valor.
Este libro no es una biografía, sino la confesión de todos los hombres que luchan.

Al escribir cumplí con mi deber. El deber de un hombre que luchó, que se ha sentido atormentado en su vida y que ha esperado mucho.
Estoy seguro que todo hombre libre que repase esta obra, rebosante de amor, amará más que nunca, más intensamente a Cristo, según,
Firma. Niko Kazantzakis.

Siguenos: