Más cerca de la idea de colectivo que de banda al uso,
LADAMA es un curioso experimento polifónico y babélico: una venezolana (Mafer
Bandola), una brasileña (Lara Klaus), una colombiana (Daniela Serna) y una estadounidense
de origen latino (Sara Lucas).
Todas ellas consiguen articular un sonido que nos lleva
parcialmente a cada una de las tradiciones musicales de sus países de origen,
pero filtradas por un conocimiento instrumental casi de conservatorio y de formación
clásica, cierto; pero en LADAMA hay un trasfondo muy presente que llama al
empoderamiento femenino y feminista y a conquistar los espacios comunes que
existe entre las músicas cultas y el despendole del folclore latino.
Los aliados de LADAMA (por un lado, el neoyorquino Pat
Swoboda, miembro del trío de piano neoclásico Bearthoven; por otro lado, el
brasileño Kassin, productor de Caetano Veloso, Bebel Gilberto o Jorge Ben,
entre otros) ponen de manifiesto esa singular doble-cara que posee el cuarteto.
Y es que, si bien se cae en cierta frialdad técnica, propia de músicos
especialmente bien formados y perfeccionistas, es ahí donde LADAMA adquiere
mayor personalidad: sin caer en el despendole habitual de conjuntos de músicas
latinas.
De ahí que en “Oye Mujer”, una suerte de álbum con aire
de manifiesto feminista y empoderador, se animen a acercarse al sonido del rock
progresivo (“Mar Rojo”), a la vez que coquetean con la reggaetrónica (“Misterio”)
o la bossa nova en inglés (“Solar Wind”). Sin embargo, es en las canciones en
donde se identifica claramente esa mezcla de razas, la de la música tradicional
latinoamericana allanada por artistas de formación clásica (en “Underground”, “Nobreza”,
“Cada uno” o “Inmigrante”, por ejemplo); o cuando se insinúan a géneros como la
canción melódica (“Haverá de ser”, “María” o “Tierra Tiembla”).