Este docente rural hace casi 30 años que reclama caminos para llegar al paraje dónde enseña, hace de asistente, de padre y de todo lo que haga falta en una pequeña escuelita a 3500 metros sobre el nivel del mar, donde abundan las carencias. Un testimonio de obstinación y amor para dar ejemplo positivo a sus pequeños alumnos, necesitados de conocimiento y de autoconfianza para encarar la vida. Soledad Vallejos/ La Nación