Aunque los españoles llevaron al nuevo territorio la moneda acuñada en Castilla, la cantidad circulante era insuficiente para mantener la creciente demanda, las relaciones comerciales y la economía local de las nuevas colonias. Conscientes de ello y de la abundante riqueza en materias primas que ofrecía el nuevo continente, especialmente en minerales como la plata, sumado a las cada vez mayores demandas de aquellos que pedían el establecimiento de una nueva ceca en Nueva España, finalmente, la Corona dio su consentimiento para su creación.