La imposición de la política, administración y cultura romana en Judea, la destrucción de Jerusalén tras la primera guerra y los planes de romanización de Adriano (incluyendo la fundación de Aelia Capitolina sobre las ruinas de Jerusalén y la prohibición de la circuncisión) provocaron un profundo descontento entre el pueblo judío. Como resultado, liderados por Simón Bar Kojba, se rebelaron contra Roma en el 132 d.C. A pesar de unos éxitos iniciales, Adriano aplacó la revuelta con dureza y ésta acabó en el 135. Las prácticas judías fueron prohibidas y los judíos fueron expulsados de Jerusalén, lo que marcó un punto de inflexión en la diáspora judía y en la expansión del cristianismo.