Las monedas del reino de Etruria fueron totalmente continuistas con las que se venían acuñando en Florencia a finales del siglo XVIII. La brevedad del reino hizo que ni Luis I ni Luis II hicieran grandes innovaciones en lo que a los valores y la metrología de las monedas se refiere. Tampoco hubo cambios iconográficos más allá de actualizar el retrato, los títulos y la heráldica del rey.