La afirmación “Jesucristo ya no genera interés en las nuevas generaciones” puede sonar dura y hasta pesimista, pero constituye una realidad que se percibe en gran parte del mundo occidental. Las iglesias se vacían, los jóvenes buscan sentido en propuestas alejadas de la fe, y la figura de Cristo parece relegada a un pasado cultural más que a una experiencia viva.