David dijo de Jehová: “Aunque ande en valle de sombra de muerte, No temeré mal alguno; porque tú estarás conmigo:

Tu vara y tu cayado me infundirán aliento. Aderezarás mesa delante de mí, en presencia de mis angustiadores…”. David

estaba familiarizado con el “Valle de Sombra de Muerte” al igual que todo pastor en Palestina. Este valle se extendía a más

de cuatro millas, lleno de peligros por los animales salvajes que estaban listos para atacar. ¡Imagínese lo espantoso que

era la oscuridad de ese valle profundo para la oveja que tal vez había entrado allí sola!

Cuando los animales salvajes atacaban, las ovejas de David, por experiencia, sabían que con él estaban a salvo.

Después de todo, ¡había matado a un león y a un oso para salvarlas! David conocía esa misma sensación en su relación

con el Señor. Se sentía seguro con Dios como su constante protector. No tenía razón para temer cuando caminaba por

el peligro, porque sabía que Dios estaba allí. Aunque sus enemigos lo rodeaban y vigilaban, David conocía la provisión y

protección del Gran Pastor.