Mor-discos

Leiva – Cuando te muerdes el labio (Sony Music España, 2021)


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Aunque no ha parado de facturar éxitos y de labrar una
carrera en solitario permanentemente ascendente con cada uno de sus nuevos
trabajos, estaba empezando a versionarse a sí mismo Leiva. Había algo que se
percibía en “Nuclear” que ya sonaba en un registro muy similar a, sobre todo, “Monstruos”
y “Pólvora”, los álbumes que, después del debut “Diciembre”, marcó el registro
del ex Pereza, convirtiéndolo en uno de los más convocantes y populares del país.

Estaba cayendo en una espiral en la que es habitual caer
(que se lo digan a Fito & Fitipaldis, si no): la de un registro funcional, que
en el caso de Leiva estaba marcado por un rock de autor que bebe tanto del espíritu
de Andrés Calamaro con la vocación de Joaquín Sabina y el sonido a big band
rockera de Tom Petty & The Heartbreakers. Bueno, pues eso no sucede en “Cuando
te muerdes el labio”, un álbum que rompe con esa mirada serial que había
definido la carrera en solitario del que fuera una de las mitades de Pereza.

Más allá de ese punto casi genético marcado por duetos
con artistas mujeres iberoamericanas en absolutamente todas y cada una de las
catorce canciones del disco; más allá de algunas canciones de registro
relativamente continuista (“A medio centímetro”); hay algo en el sonido e
incluso en la propuesta conceptual del nuevo álbum del de la Alameda de Osuna.

Suena especialmente interesante y diferente a sus
anteriores álbumes cuando sale a la caza del groove, en un tratamiento cercano
incluso al de Parcels: tanto cuando tira de una base disco-folk
con variaciones casi de tango (“Flecha”) como cuando deja aire en una especie
de r&b a lo Amy Winehouse (“Premio de consolación”, “Infinitos”) o cuando firma
una suerte de indie de autor con un ritmo pesado y airoso (“Histéricos” o “Inertes”
con sus bajos gordísimos).

Pero también brilla cuando se acerca a tradiciones ajenas desde su
mirada: cuando firma una especie de bolero indietrónico (“Con el pañuelo en los
ojos”), cuando compone una serenata de dormitorio (“Diazepam”), cuando suena casi
góspel (“Blancos fáciles”) o bluegrass (“Stranger Things”). Un paso adelante
en un artista que comenzaba peligrosamente a caer en la repetición y en la versión de sí mismo y que ha conseguido hacer más líquido
su registro.

Alan Queipo
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Mor-discosBy Radio Gladys Palmera