A Caín no le agradó que la ofrenda de su hermano fuera mejor recibida que la suya; la envidia llamó a su puerta y Caín no solo la dejó entrar, sino que la convidó a vivir con él. Al igual que nos pasa a nosotros, Caín no se dio cuenta de que la envidia es una visita que nunca viene sola, suele ir acompañada de la tristeza, la amargura y el resentimiento.