Para todo hay un tiempo, y tu caos tiene un propósito. ¡Levántate! ponte en marcha de regreso a la casa del Padre. Dios quiere revestirte, abrazarte y celebrarte.
¡Déjate abrazar y besar por tu Padre! Dios te espera con los brazos abiertos sin cuestionamientos, ni reproches, acepta ese amor que te mereces por ser hijo e hija de Dios.