Hoy continuamos con esta historia en un giro extraordinario.
El profeta contratado para maldecir termina siendo el portavoz de bendición.
Dios toma la voz de un hombre movido por la codicia y la convierte en instrumento de Su fidelidad.
Y vale la pena notar algo: este relato no es menor.
La historia de Balaam es tan importante que ocupa cuatro capítulos del libro de Números.
Como pregunta el rabino Jonathan Sacks:
“¿Por qué la Torá dedica tanto espacio a las palabras de un chamán que pudo haber sido o no un profeta genuino?Si Dios deseaba bendecir a Israel, ¿por qué usar a un profeta pagano, y uno que ni siquiera les deseaba el bien?”
La respuesta revela algo profundo sobre el corazón de Dios:
Su soberanía es absoluta.
Dios puede usar incluso la voz de un pagano para proclamar Su bendición, mostrando que ningún poder humano ni espiritual puede frustrar Su propósito redentor.
Acompáñame hoy mientras exploramos Números capítulo 23, bajo el título:
“¿Y cómo maldecir a quien Dios no maldijo?”
Porque esta historia no solo habla de un profeta y un rey antiguo…
sino del mismo Dios que sigue transformando maldiciones en bendiciones en la vida de quienes Él ama.