Se nos va de ojo que la democracia nació en la Grecia clásica bajo el principio de Isegoría, que era el derecho de toda persona a tomar la palabra en la asamblea pública, sin importar su condición social y con el mismo valor que cualquiera otra.
Hoy la asamblea es el espacio público global, y la Isegoria es la libertad expresión para expresar opiniones y pensamientos en la palestra pública.
Libertad de expresión que no es el ungüento amarillo justificativo de los mensajes ofensivos y violentos, cuyos autores desconocen que el límite de toda libertad es la libertad del otro, de los demás. Por eso, insultar, ofender o degradar la imagen de otro, no es utilizar la libertad de expresión o ejercerla, sino el libertinaje que es el descontrol en las obras y las palabras al que recurren quienes carecen de argumentos coherentes para avalar sus ideas y creencias. Hay muchas maneras de decir las cosas: con ironía, con sarcasmo, con metáforas, con humor, etc. Recursos que desconocen las mentes vacías cuya vulgaridad discursiva distorsiona el derecho a la libertad de expresión. ¡Que no se te vaya de ojo!