El término del día es ocasión para una mirada compartida con Dios de lo que se ha vivido, reconociendo su acción en nosotros y en las circunstancias y acontecimientos del día. ¿Dónde le hemos respondido con generosidad? ¿Dónde hemos fallado en nuestra colaboración? Así como la jornada es imagen de la vida, la noche es imagen del encuentro definitivo con el Señor de la misericordia.
Puedes seguir las oraciones que se presentan en este manual o bien rezar las Completas, una parte de la liturgia de las horas que se reza al terminar del día.
+En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Señor y Dios mío, que eres todo bondad y misericordia infinita, te doy gracias con todo mi corazón por los innumerables beneficios que me has concedido, muy especialmente por haberme creado, redimido, llamado a la fe católica y elegido para hacer presente el Reino de Cristo entre mis hermanos, por haberme librado de tantos peligros de alma y cuerpo. Dígnate, Señor, iluminar mi entendimiento para que conozca mis culpas y concédeme la gracia de un verdadero dolor y de una sincera enmienda.
Durante unos momentos, repasar la historia de amor de Dios con nosotros: contemplar el bien realizado, descubrir con fe y gratitud la acción de Dios; separarnos interiormente del mal cometido y adherirnos a la voluntad del Padre; pedirle que nos guarde en su corazón y nos incorpore a su Reino; invocar su auxilio para reemprender el camino, confiados en su gracia.
Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.
Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador,
a quien has presentado ante todos los pueblos:
luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una muerte santa. Amén.
Salve
Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra; Dios te salve. A ti llamamos los desterrados hijos de Eva; a ti suspiramos gimiendo y llorando en este valle de lágrimas. Ea, pues, Señora, abogada nuestra. Vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos, y después de este destierro, muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre. ¡Oh, clemente; oh, piadosa; oh, dulce Virgen María!
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