Soy abogado y acepté un puesto en una oficina de gobierno en el turno nocturno. No sabía que, junto con el trabajo, vendría una lista de reglas extrañas que debía seguir al pie de la letra. Cada regla parecía absurda al principio: no encender luces en ciertos pasillos, no mirar mi reflejo, no responder llamadas después de medianoche. Pero pronto descubrí que estas reglas eran lo único que mantenía a raya las presencias que habitaban en el edificio, y que cualquier error traía consecuencias inimaginables. No soy el primero en ocupar este puesto, y ahora sé que no puedo escapar. Al final, comprendí que la lista de reglas no solo me protegía; también era una prueba, y haber sido "aprobado" fue solo el comienzo de algo mucho más oscuro.