Herede la cabaña de mi padre, quien vivía solo en un bosque remoto, convencido de que criaturas extrañas habitaban entre los árboles. Junto con la cabaña, me dejó una lista de reglas extrañas que no tomé en serio al principio: no mirar a los animales a los ojos, no recoger monedas de oro en el bosque, no salir después de la medianoche. Pero pronto descubrí que esas reglas no eran simples advertencias absurdas. Cuando las criaturas comenzaron a aparecer, entendí que mi padre había estado protegiéndose de algo real. En mi desesperación, intenté quemar todo: la cabaña, el bosque, e incluso a mí mismo. Pero las reglas no eran para mantenerme a salvo, sino para contener algo mucho peor.