Trabajar el turno nocturno en la cervecería La Antigua Barrica no era lo que esperaba. Desde el primer día, me entregaron una lista de reglas extrañas que debía seguir al pie de la letra: cerrar todas las puertas a las once, ignorar cualquier movimiento en las sombras y nunca, bajo ninguna circunstancia, abrir el barril marcado con una cruz negra. Al principio pensé que eran solo supersticiones, pero pronto me di cuenta de que esas reglas no eran solo advertencias; eran la única barrera entre yo y algo mucho más oscuro y hambriento que habitaba en ese lugar. Cada noche, mientras intentaba cumplir con cada regla, fui descubriendo que la cervecería guardaba un secreto, uno del cual quizá nunca podré escapar.