La tableta llegó sin aviso, junto a una lista de reglas extrañas: no usarla después de las 11:11 P.M., no reflejarla en espejos, no abrir la aplicación "Oculta" y nunca ignorar los sonidos que emita. Cada regla rota tenía un precio. Ignoré las advertencias, y poco a poco descubrí que la tableta no era un simple dispositivo, sino un puente hacia algo oscuro. Las sombras y mi propio reflejo se volvieron enemigos. Ahora estoy atrapada al otro lado del cristal, observando cómo mi reflejo vive mi vida. Las reglas no eran advertencias. Eran condenas.