A José Alejandro Hofmann le dijeron que no viviría más de veinte años, que nunca caminaría, que jamás podría vestirse solo o hablar con fluidez. Nació en un parto gemelar complicado, con el cordón umbilical enredado. Su vida, sin embargo, ha sido la mejor prueba de que las sentencias pueden revertirse. La infancia de José Alejandro fue dura, marcada por la soledad, la exclusión y una larga lista de “no se puede”. Aprendió a caminar a los 14 años, a manejar cubiertos y vestirse ya en la adolescencia. La lectura fue su refugio y, poco a poco, se abrió camino en un mundo que no siempre estuvo dispuesto a abrirle las puertas.
Hoy, contra todo pronóstico, es juez de la República a los 35 años. Desde su despacho, defiende con vehemencia la independencia judicial y no teme decir lo que piensa, aun cuando sus palabras incomoden a muchos.
Recientemente, a propósito del caso de Miguel Uribe, tuvo que adelantar la audiencia de legalización de captura e imputación de alias Costeño, uno de los implicados en esta trama criminal. Sus palabras molestaron al director de la Unidad Nacional de Protección y su crítica a la polarización, promovida desde el Ejecutivo, le costó varios insultos.
En esta conversación, repasa los episodios más difíciles y las victorias más significativas de su vida. Un expediente donde el esfuerzo, la paciencia y la convicción han sido sus mejores pruebas.