Jarocho, con sus pies descalzos y su hedor agrio, llevó a Allison hasta el auto. La niña traía un perfume grosero, el cabello lacio, estaba bronceada, apenas le estaban saliendo los pechos, y usaba sandalias y una pulsera de Hello Kitty.
Me estacioné por la Playa Tamarindos. Estaba por decirle que sólo platicaríamos, y nada más, cuando una camioneta me echó las luces, una Lobo blanca doble cabina con vidrios polarizados.