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Or
Rebekkah sollozó con su música, su delicado cuerpo temblaba y se estremecía, incapaz de contener su dolor. Mi hijo miraba al frente, con sus claros ojos etéreos en su duelo y una sola lágrima recorriendo su rostro.
Y, al final, mis lágrimas también surgieron a medida que la música lenta y dolorosa se elevaba y caía como olas en el mar.
Lloré porque sí, extrañaba a Amalia, pero también porque me había quedado más que claro que mi mejor amigo la había amado como yo jamás había podido hacerlo.
Rebekkah sollozó con su música, su delicado cuerpo temblaba y se estremecía, incapaz de contener su dolor. Mi hijo miraba al frente, con sus claros ojos etéreos en su duelo y una sola lágrima recorriendo su rostro.
Y, al final, mis lágrimas también surgieron a medida que la música lenta y dolorosa se elevaba y caía como olas en el mar.
Lloré porque sí, extrañaba a Amalia, pero también porque me había quedado más que claro que mi mejor amigo la había amado como yo jamás había podido hacerlo.