Alguna vez, hablé sobre las ciudades perdidas de México. Entre otras cosas, mencioné que en uno de nuestros sitios arqueológicos tuve una experiencia verdaderamente extraordinaria, por así decirlo, y que la compartiría con ustedes si así lo deseaban. Hoy, cumplo esa promesa; compartiré una experiencia personal que tuve en una de esas antiguas ruinas. Lo que sentí fue real. Invisible. Doloroso. Pero, sobre todo, transformador.

Esta historia no es una historia inventada ni una leyenda prestada. Es un llamado al respeto, a la humildad… y quizás, una advertencia.