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Hoy quiero hablarles de una artista que me toca muy de cerca, una mujer cuya obra descubro y redescubro cada cierto tiempo como si fuera la primera vez.Luchita Hurtado.Nacida enMaiquetía, cerca de Caracas, Venezuela en 1920, migrante, madre, creadora silenciosa… y una de las voces más profundas que ha tenido el arte contemporáneo, aunque el mundo tardó casi un siglo en escucharlo.
Hace unos días estuve en el Whitney Museum viendo Sixties Surreal, una exposición enorme, un recorrido por las formas más íntimas y extrañas del arte estadounidense entre los años cincuenta y setenta. Y ahí, entre más de cien artistas, me encontré con algo que me emocionó: dos venezolanas formando parte de esa historia.Una era Marisol.La otra, Hurtado.
Y no sé… algo se movió en mí. Ver sus obras ahí, en ese contexto tan complejo, fue como encontrar un pedacito de hogar justo donde el mundo se vuelve más extraño
.
El cuerpo como territorio
Lo que más me conmueve de Hurtado es la manera en que se representa a sí misma. No desde el espejo, no desde la distancia… sino desde arriba, desde su propio centro.Su ombligo, su torso, sus manos, sus piernas estiradas sobre la tierra.
Es una mirada íntima, profundamente femenina.Una mirada que entiende el cuerpo no como objeto, sino como territorio.
Mientras la mayoría del arte del siglo XX insistía en racionalizar, en abstraer, en romper la forma, ella hacía lo contrario: volvía al cuerpo, a la respiración, a ese espacio donde somos antes de tener que explicarnos.
Y ahí hay algo que siento muy mío. Y quizá por eso siento una conexión con mi obra Lack of Existance.Esa sensación de que la conciencia no empieza en la cabeza, sino en el pecho, en el vientre… en el ritmo silencioso de estar viva.
Naturaleza, origen y maternidad
La obra de Hurtado está profundamente conectada con la naturaleza. No la naturaleza idealizada, sino la naturaleza como organismo vivo, como extensión de lo que somos.En sus pinturas, el cuerpo se funde con el suelo, con semillas, con órbitas, con árboles, con respiraciones, con plumas, con bebes que nacen.
Hay una sensibilidad ecológica que nace de lo humano, no del discurso.Es un ecofeminismo intuitivo, de mujer que observa, que toca la tierra, que sabe que existe una continuidad entre lo que somos y lo que habitamos.
Y en medio de todo eso… está la maternidad.Una maternidad no representada como sacrificio, sino como expansión:el cuerpo que se abre, que cambia, que se convierte en puente.La madre como paisaje.Hurtado hizo de ese lugar íntimo un lenguaje universal.
La invisibilidad y el descubrimiento
Me impresiona pensar que todo ese universo estuvo guardado, literalmente, en un armario de su casa durante décadas.Hasta que un curador del LACMA lo encontró en 2016.Y después vino la gran exposición en la Serpentine Gallery, en Londres, en 2019, cuando Hurtado ya tenía 98 años.
La imagen de ella entrando a la sala, pequeñita, serena, con una claridad que atravesaba todo… esa imagen se volvió un ícono.El tiempo del arte no siempre coincide con el tiempo del reconocimiento.Pero cuando llega, llega con una fuerza imbatible.
Un momento personal en el Whitney
Volviendo a mi visita al Whitney…La obra de Hurtado estaba en diálogo con piezas de otros artistas, y sin embargo, ella se sentía distinta.Más silenciosa.Más terrestre.Más mujer.
Como si su pintura respirara.Como si te recordara que antes de entender el mundo hay que sentirlo.Que antes de mirar hacia afuera, hay que cerrar los ojos y mirar hacia dentro.
Y luego estaba Marisol, con su fuerza escultórica, su humor, su presencia sólida.Dos venezolanas.Dos migrantes.Dos maneras radicalmente diferentes de existir en el arte y, aun así, conversando desde la misma sala.
Sentí una mezcla de orgullo, nostalgia e inspiración.Como si sus obras me devolvieran una parte de mí que tenía un poco olvidada.
Lo que nos deja Hurtado hoy
Creo que lo más valioso de Luchita Hurtado es su capacidad de recordarnos que el origen está en el cuerpo.Que la conciencia es una forma de maternidad hacia uno mismo.Que lo íntimo también es político.Y que la tierra no empieza en el paisaje: empieza en la piel.
Su obra es feminidad sin artificios.Espiritualidad sin dogma.Naturaleza sin romanticismo.Y maternidad sin sacrificio.
Es una invitación a detenerse.A respirar.A volver al centro.
Y mientras la miraba en el Whitney, pensé:al final, lo surreal no está en los sueños…
Si quieres saber más sobre Luchita Hurtado, te invito a leer mi artículo en Mesco’s: Layers and Lines.
By Marianne SucreHoy quiero hablarles de una artista que me toca muy de cerca, una mujer cuya obra descubro y redescubro cada cierto tiempo como si fuera la primera vez.Luchita Hurtado.Nacida enMaiquetía, cerca de Caracas, Venezuela en 1920, migrante, madre, creadora silenciosa… y una de las voces más profundas que ha tenido el arte contemporáneo, aunque el mundo tardó casi un siglo en escucharlo.
Hace unos días estuve en el Whitney Museum viendo Sixties Surreal, una exposición enorme, un recorrido por las formas más íntimas y extrañas del arte estadounidense entre los años cincuenta y setenta. Y ahí, entre más de cien artistas, me encontré con algo que me emocionó: dos venezolanas formando parte de esa historia.Una era Marisol.La otra, Hurtado.
Y no sé… algo se movió en mí. Ver sus obras ahí, en ese contexto tan complejo, fue como encontrar un pedacito de hogar justo donde el mundo se vuelve más extraño
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El cuerpo como territorio
Lo que más me conmueve de Hurtado es la manera en que se representa a sí misma. No desde el espejo, no desde la distancia… sino desde arriba, desde su propio centro.Su ombligo, su torso, sus manos, sus piernas estiradas sobre la tierra.
Es una mirada íntima, profundamente femenina.Una mirada que entiende el cuerpo no como objeto, sino como territorio.
Mientras la mayoría del arte del siglo XX insistía en racionalizar, en abstraer, en romper la forma, ella hacía lo contrario: volvía al cuerpo, a la respiración, a ese espacio donde somos antes de tener que explicarnos.
Y ahí hay algo que siento muy mío. Y quizá por eso siento una conexión con mi obra Lack of Existance.Esa sensación de que la conciencia no empieza en la cabeza, sino en el pecho, en el vientre… en el ritmo silencioso de estar viva.
Naturaleza, origen y maternidad
La obra de Hurtado está profundamente conectada con la naturaleza. No la naturaleza idealizada, sino la naturaleza como organismo vivo, como extensión de lo que somos.En sus pinturas, el cuerpo se funde con el suelo, con semillas, con órbitas, con árboles, con respiraciones, con plumas, con bebes que nacen.
Hay una sensibilidad ecológica que nace de lo humano, no del discurso.Es un ecofeminismo intuitivo, de mujer que observa, que toca la tierra, que sabe que existe una continuidad entre lo que somos y lo que habitamos.
Y en medio de todo eso… está la maternidad.Una maternidad no representada como sacrificio, sino como expansión:el cuerpo que se abre, que cambia, que se convierte en puente.La madre como paisaje.Hurtado hizo de ese lugar íntimo un lenguaje universal.
La invisibilidad y el descubrimiento
Me impresiona pensar que todo ese universo estuvo guardado, literalmente, en un armario de su casa durante décadas.Hasta que un curador del LACMA lo encontró en 2016.Y después vino la gran exposición en la Serpentine Gallery, en Londres, en 2019, cuando Hurtado ya tenía 98 años.
La imagen de ella entrando a la sala, pequeñita, serena, con una claridad que atravesaba todo… esa imagen se volvió un ícono.El tiempo del arte no siempre coincide con el tiempo del reconocimiento.Pero cuando llega, llega con una fuerza imbatible.
Un momento personal en el Whitney
Volviendo a mi visita al Whitney…La obra de Hurtado estaba en diálogo con piezas de otros artistas, y sin embargo, ella se sentía distinta.Más silenciosa.Más terrestre.Más mujer.
Como si su pintura respirara.Como si te recordara que antes de entender el mundo hay que sentirlo.Que antes de mirar hacia afuera, hay que cerrar los ojos y mirar hacia dentro.
Y luego estaba Marisol, con su fuerza escultórica, su humor, su presencia sólida.Dos venezolanas.Dos migrantes.Dos maneras radicalmente diferentes de existir en el arte y, aun así, conversando desde la misma sala.
Sentí una mezcla de orgullo, nostalgia e inspiración.Como si sus obras me devolvieran una parte de mí que tenía un poco olvidada.
Lo que nos deja Hurtado hoy
Creo que lo más valioso de Luchita Hurtado es su capacidad de recordarnos que el origen está en el cuerpo.Que la conciencia es una forma de maternidad hacia uno mismo.Que lo íntimo también es político.Y que la tierra no empieza en el paisaje: empieza en la piel.
Su obra es feminidad sin artificios.Espiritualidad sin dogma.Naturaleza sin romanticismo.Y maternidad sin sacrificio.
Es una invitación a detenerse.A respirar.A volver al centro.
Y mientras la miraba en el Whitney, pensé:al final, lo surreal no está en los sueños…
Si quieres saber más sobre Luchita Hurtado, te invito a leer mi artículo en Mesco’s: Layers and Lines.