Donde el bolero incursiona en la ciencia ficción, una
entidad alienígena incorpórea explora la isla de Mallorca, el tumbao suena con
voces distorsionadas por máquinas intervenidas y la salsa dialoga con la filosofía,
en ese universo que sólo se puede definir como único, es donde habita en 2022 Lucrecia
Dalt, personaje clave durante la última década en los círculos
del arte sonoro y la experimentación desde la electrónica y una suerte de
spoken word.
A partir de esa visión periférica, la de una artista
colombiana con formación de ingeniera civil y que vive desde hace tiempo en
Berlín, ha construido su álbum ‘¡Ay!’, una obra en apariencia
arisca que en realidad es una las más accesibles de una carrera siempre a la
vanguardia, destrozando los clichés y los tópicos en torno a la música
latinoamericana.
Esta obra conceptual (cuenta la historia de Preta, un alien
que llega a la isla española de Mallorca y a partir de ahí reflexiona sobre
conceptos como el amor, el paso del tiempo, las raíces y lo material) coincide
con la de otros artistas de origen latinoamericano en la diáspora, desde el
venezolano Venezonix
hasta el puertorriqueño Gabriel
Ríos o el chicano Cuco,
que han publicado recientemente trabajos en los que recuperan, desde la
distancia geográfica pero una cercanía emocional, los sonidos que escuchaban en
su infancia en un diálogo con las tradiciones desde lo contemporáneo.
José Fajardo