Creo que en parte me hice terapeuta para comprender las actitudes de las personas y que me causaran menos dolor.
Con el tiempo aprendí que existe una diferencia entre comprender y justificar que, en el proceso, se desdibuja un poco.
Porque, seamos claros, siempre habrá actitudes que seguirán doliendo. La falta de empatía, la indiferencia, el egoísmo, la insensibilidad. ¿Cómo no van a doler? Lo hacen y excusarlo no acompaña, no alivia, no calma.
Entender por qué una persona hace lo que hace no hace que duela menos, quizás hace que dejemos de buscar la culpa en nosotros, que ya es bastante.
Lo que quiero decir es que no podemos esconder nuestro dolor detrás de la comprensión del otro. Son dos cosas diferentes. Ambas totalmente válidas, importantes y necesarias. Es, más bien, 'te comprendo pero me duele'. Es, más bien, 'me duele y me aparto, aunque sepa por qué haces lo que haces'.
¿Se entiende? Es que he visto al mundo dividido en comprendedores y comprendidos y ambos hallaron allí su zona de confort, es decir, encontraron un modo de actuar que los protegía de algo. Creo que está bien que ahora nos salgamos un poco de ahí y que los comprendedores nos dejemos comprender por el otro y los comprendidos intenten comprender un poco más a los que le rodean. Pero eso está en cada uno.
El otro día hablaba de Kiron, el sanador herido de la mitología, que representa a aquellos que, a través de conocer el dolor en la propia vida, se convierten en grandes sanadores y chamanes del alma del otro.
Está claro que conocer es amar y que podemos comprender al otro, amarlo, pero nunca al punto de quitarle la responsabilidad sobre sus propios actos y sus consecuencias. Nosotros ya hablaremos de asumir las nuestras porque, en ese acto amoroso de comprensión, también nos vemos reflejados, reconocemos nuestra herida, podemos ver el dolor que causan determinados actos, vemos lo que hemos permitido que se nos haga, evaluamos y valoramos los límites y el respetarnos.
Muchas veces, el otro nos duele y es gracias a que nos duele que podemos profundizar en nosotros y en la compasión.
Ayer leía algo muy bello que decía que, para la kabbalah, cuando el Alma toca fondo, es capaz de impulsarse a sí misma hasta el próximo nivel. Ya sea por una ruptura amorosa, un trauma, un accidente, el dolor que nos lleva a caer profundo es la manera que tiene la Gran Consciencia de hacer que conozcamos lo divino, que encontremos a Dios y desvelemos nuestro Yo más espiritual, amable y solidario.
La belleza de esta imagen reside en recordar que en el mismo momento del dolor estamos generando la energía necesaria para salir de él en un nivel de conciencia superior.
Te amo sin dejar de amarme. Confío en tu capacidad para crecer, tomar conciencia y evolucionar, tanto como en la mía. Me aparto para que puedas hacerlo. Que mi comprender no entorpezca tu camino ni tu experiencia. Existen muchas formas de amar y estamos aquí para recordarlo.
Gabriela Collado
gabrielacollado.com
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