Se nos va de ojo que vivimos en el mundo de lo superlativo, por el ruido que nos rodea y la masiva información circulante que nos lleva a creer que hay que magnificar lo que contamos, para ser escuchados.

Fenómeno que afecta a los medios, en especial, a los digitales, porque la falta de recursos les lleva a contar todos lo mismo, y a diferenciarse en el titular hiperbólico que aplican para llamar la atención del destinatario.

Preñar titulares e informaciones de adjetivos altisonantes como batalla, alarmante o crisis para relatar lo habitual, tergiversa la realidad, aturde y genera la sensación de que todo va mal; con el efecto perverso de recortar la libertad del destinatario para valorar por sí mismo aquello que lee, ve o escucha, por el efecto de mímesis que se da entre los profesionales que olvidan que los hechos se cuentan: no se califican. Más perverso es magnificar las informaciones sin pruebas, con el objetivo espurio de sembrar dudas sobre la vida privada o pública de una persona. Recuerda, las informaciones tienen valor por sí mismo, sin necesidad de tergiversarlas o magnificar su impacto. ¡Que no se te vaya de ojo!