Cuando hoy salgas de casa, lleva contigo la humildad, compasión, misericordia y paciencia.

No dejes que el letargo ponga en riesgo tu vida, ponte en movimiento y permite que Dios pueda dirigirte y cumplir su plan para tu vida.

Aléjate de la mentira conociendo la verdad, no pongas pretextos sino pon intención de aprender, valdrá la pena.

Afirma tu confianza en Dios, aún si no ves respuesta a tu necesidad por ahora, recuerda que la fe es certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve y que todo está bajo su control.

Es tiempo de dejar de pensar en las criticas o mirada de otros, solo enfócate en Jesús y en lo que quiere para ti, porque con El Mesias encontrarás ojos de esperanza y, de igual forma, desea que mires a los que te rodean con amor.

Acude a Dios con confianza, permite que te ayude a llevar ese peso que te está desgastando. Dile: ¡Tú eres mi esperanza!

No se requieren grandes cosas para hacer cambios importantes, tu disposición y tu ejemplo pueden transformar muchas vidas, aún sin que lo sepas.

Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.

El amor de Dios puede sanar nuestro espíritu quebrantado.

La fe es un producto del espíritu. El enemigo no quiere que Tu y Yo pongamos nuestra mente de acuerdo con nuestro espíritu.