Al Espíritu Santo se le describe como el último vínculo de comunicación que queda entre Dios y Sus Hijos separados.
A fin de llevar a cabo esta función especial, Él ha asumido una doble función.
Goza de conocimiento porque es parte de Dios; percibe porque fue enviado para salvar a la humanidad.
Él es el gran principio corrector, el portador de la verdadera percepción, el poder intrínseco de la visión de Cristo.
Él es la luz en la que se percibe el mundo perdonado, en el que solamente puede verse la faz de Cristo.
Él nunca se olvida del Creador ni de Su Creación.
Él nunca se olvida del Hijo de Dios.
Él nunca se olvida de ti.
Te brinda el Amor de tu Padre en un eterno resplandor que nunca será extinguido porque Dios Mismo lo depositó ahí.
El Espíritu Santo mora en la parte de tu mente que es parte de la Mente de Cristo.