Sección del programa de Rpa "La radio es mía" que demuestra que la modernidad es algo que viene de antiguo. Emisión del 17/1/2022, decimocuarta de la séptima temporada.

En modernos de otros tiempos, hemos estado cuatro semanas con la historia del cantante, pedagogo, compositor, promotor de la ópera romántica y patriarca de una saga que marcó la lírica en el siglo XIX, Manuel del Pópolo Vicente García, Manuel García. Hoy empezamos con la secuela, con la historia de la segunda generación del clan, los tres hijas que tuvo con su segunda esposa la también cantante Josefina Sitches, La Briones. Empezamos con el mayor, Manuel Patricio García Sitges (Madrid, 1805-Londres 1906) que aunque fue barítono no hizo una carrera brillante como cantante. Eso sí, como no valía para cantante, se dedicó a dar clases y vaya si se le dió bien. Cantó con su familia en Nueva York y en México y luego se volvió a París a cantar con su hermana María Felicia que ya era la mítica María Malibrán. La crítica se lo cargó y dijo que se dedicara a otra cosa. Manuel Patricio, que no había heredado el tremendo carácter del padre, les hizo caso y se dedicó a ser el asistente de su padre en la Escuela García de canto lírico. Eso sí, al padre había que aguantarlo y no era fácil. Su hermana María se había casado con un impresentable para abandonar ese nido que más parecía un yugo, él, figúrense, prefirió apuntarse a la milicia e irse a conquistar Argelia a seguir con el padre. En Argelia, en vez de dedicarse a matar árabes se metió en los hospitales de campaña y se hizo discípulo del cirujano de Napoleón, el doctor Larrey, y empezó a estudiar la voz pero desde un punto de vista médico. Cuando volvió a París, siguió estudiando las laringes pero se reconcilió con el padre y volvió a la Academia García que empezó a dirigir el mismo día de 1832 en que se quedó huérfano. Recogió las enseñanzas de su progenitor en dos tratados (Memoria sobre la voz humana y Tratado completo del canto) que aún hoy se emplean en la enseñanza del canto y que, por entonces, le sirvieron para hacerse catedrático en el Conservatorio de París. Corrigió la forma de cantar de la Ruiseñor sueca, la soprano Jenny Lindt que cautivó al público y a casi todos los compositores (sobre todo a Mendelssohn), para que dejara de dejarse la voz. También enseñó a la sobrina de Wagner y el inventor de la obra de arte total le pidió que entrenara personalmente a los cantantes que participarían en el primer Festival de Bayreuth. Por entonces, Manuel Patricio García estaba tan liado que no fue.

Con la revolución de 1848 se marchó a vivir a Londres donde enseñó canto en su casa y en la Royal Academy of Music. En 1854, en un viaje a París, se le ocurrió el laringoscopio (aunque ya lo había usado años antes un tal Benjamin Guy Babington) y consiguió ver como funcionaba la laringe mientras cantaba. De hecho, revisó, laringoscopio en mano, todas sus teorías, presentó sus descubrimientos a la Royal Society de Londres y ayudó a los austríacos Türck y Czermak a sentar las bases de la laringología clínica.

Manuel Patricio García fue profesor de canto hasta los 90 años, tuvo un homenaje de la leche de la comunidad científica cuando cumplió los 100 y se murió con 101 y nacionalidad española, mientras dormía en su casa de Londres.