Cuando las canciones hablan por sí solas, no se necesita
hacer mucho ruido. Eso es lo que sucede con “Silencio”, el debut de María
Blaya, la jovencísima (23 años solamente) artista murciana afincada en Madrid, llamada
a ser una de las revelaciones de un 2020 cuyo espíritu dialoga directamente con
la melancolía y la nostalgia generacional de un repertorio que se desplaza a
gusto por una canción andrógina, con tanto poso de autor como poseedora de una
mirada transgresora para un cancionero capaz de ser minimalista y universal.
Blaya aparece en un momento en el que parecemos
resignados a entender que todo el mundo tiene que caber en nuestra habitación. La
habitación de la murciana parece ser bastante más grande que las que conocemos, al
menos en la manera de entenderse a sí misma (ella misma delimita muy bien sus
influencias: James Blake, Billie Eilish, Carla Morrison o The Blaze), pero
también de fotografiar cada uno de los recovecos posibles que la aparentemente
limitada idea de “bedroom pop” parece querer acotar.
“Silencio” no sale de la melancolía en los apenas
veintitrés minutos que dura; pero proyecta un universo sonoro en el que María
Blaya no solo se entiende bien generacionalmente con otros fenómenos actuales
del circuito (de Babi a Natalia Lacunza, Sebastián Cortés o mori), sino que es
capaz de construir, desde los tonos gris de una canción nostálgica y tristona,
un repertorio que dialoga con la indietrónica, el pop de cámara, la canción de
autor y hasta el melanco-trap.
Alan Queipo