Sobre el amor en tiempos de distanciamiento social, María
Isabel sabe mucho más que el resto, incluso desde antes que nos lo impusieran a
causa de la pandemia actual. Ni antes muerta ni sencilla: esta María Isabel no
es aquella niña (ya mujer) que conquistó Eurojunior hace más de una década;
sino la última gema del r&b racializado, ese que colinda fronteras entre el
soul de autor y el bolero post-millennial.
La dominicano-estadounidense dispara en apenas 16 minutos
un cóctel repleto de sinceridad, poesía, nostalgia romántica, spanglish y una
sensualidad de dormitorio. Un repertorio breve y leve que, a lo largo de
siete canciones, acerca posturas entre Alicia Keys, Lauryn Hill, Omar Apollo y
Choker; a la vez que firma un manifiesto del amor desolado, de la
vulnerabilidad como fortaleza, de las inseguridades que basculan alrededor
del hecho de estar enamorado y la aventura y el riesgo que supone desnudar sus
sensaciones a través de las canciones.
Las canciones surgieron a raíz de un amor que tuvo que
vivir a distancia, incluso antes de que la distancia se nos impusiera a
nosotros. Por ahí despliega el cancionero, con la sedosa voz de la joven de
apenas 24 años, compañera generacional de otras artistas como Ravyn Lenae,
Jamilla Woods, duendita o Mereba, entre otras, pero con una personalidad
apabullante: una revelación sonora tan poética y sensible como sedosamente sexy.
Alan Queipo