El Espíritu que ya habitaba en María, al haber obrado en ella grandes maravillas, volvió a descender a su corazón, comunicándole dones y carismas necesarios para el ejercicio de su maternidad espiritual.
El Espíritu que ya habitaba en María, al haber obrado en ella grandes maravillas, volvió a descender a su corazón, comunicándole dones y carismas necesarios para el ejercicio de su maternidad espiritual.