En
una conversación para Gladys Palmera en plena pandemia, a mediados de 2020,
Marina Sorin ya adelantaba que estaba preparando un nuevo disco en solitario,
donde quería dar más espacio a la voz (sin descuidar esa fantasiosa
instrumentación que siempre le ha acompañado), en busca de nuevos horizontes
sonoros y de una libertad que ha sido innegociable desde el inicio de su
carrera. “Soy una música libre y, en esa libertad, puede suceder de todo”,
confesaba quien navega entre los océanos del jazz libre y el pop de autora.
Y así suena este álbum homónimo, que reúne algunas canciones
que ya habíamos escuchado como ‘Todos gustan de mí’ (con esas frases geniales, entre
la ironía de Astrud y la sensibilidad de Single: “Vivo de fiesta, todos
gustan de mí: reyes y reinas, todos gustan de mí. Sueño despierta, todos gustan
de mí”) o ‘Me equivoco’, donde recrea una escena costumbrista con humor:
“Me equivoco, me confundo, tropiezo cada segundo, a todo el mundo le pido
perdón, discúlpeme, y cuando siento su mirada, siendo yo tan delicada, me van a
deslumbrar”.
Esta argentina afincada en Madrid desde el comienzo del
nuevo siglo se trasladó hace unos años a la sierra de la capital, donde ha
conectado con una comunidad de músicos que van de Javier Colina a Nacho
Mastretta, cómplice este último en la composición y producción del disco.
Virtuosa chelista y referente del fonofiddle (un instrumento de cuerda que se
toca con un arco mientras el sonido sale de un fonógrafo), Marina Sorin
demuestra que además es una imaginativa y sugerente cantante.
José Fajardo