Se nos va de ojo que machacarnos a diario con informaciones reiterativas plagadas de calificativos sobre el calor que está haciendo este verano, aumenta el agobio que genera por sí mismo.
Igual que el relato constante de las sucesivas oleadas calóricas que nos hace olvidar los momentos valle sumergiéndonos en un continuo infernal, que afecta a la psique de las personas incrementando su impacto.
Pátina calórica que sentimos como una segunda piel que nos acompaña de la que solo nos desprendemos puntualmente, para regresar, tras breves momentos de frescor que se evapora rápido, al bochorno desquiciante que genera. Sofoco que, azuzado por el martillo pilón de las informaciones alarmistas, exacerba el efecto de quitar fuerza y ganas de hacer nada a las personas. O, en el peor de los casos, sube de grado su estrés y las tensa al punto de dar una importancia exacerbada a hechos puntuales e incidentales en el ámbito familiar o social. Efectos de un calor al que no estamos acostumbrados, que confirma la existencia de un cambio climático, al que los medios de comunicación no deben contribuir —no es ese su papel—, con informaciones reiterativas cargadas de epítetos hiperbólicos que nos inoculan la idea perversa de que el calor que nos asedia: no tendrá fin. ¡Que no se te vaya de ojo!