Antes de las seis de la mañana del 15 de octubre de 1917, una caravana de cinco coches se abrió paso por las calles iluminadas con gas de París, transportando a Mata Hari, la mujer más famosa y escandalosa de su tiempo, nacida como Margaretha Geertruida Zelle. El convoy avanzó lentamente por las amplias avenidas empedradas hasta llegar al antiguo castillo de Vincennes, al sureste de la capital francesa, donde un campo embarrado esperaba a la condenada a muerte. La escena era un cuadro de contraste entre la belleza de la mujer y la crudeza de la guerra: soldados firmes en formación, oficiales, funcionarios y un pequeño grupo de civiles observando.