Sección del programa de Rpa "La radio es mía" que demuestra que la modernidad es algo que viene de antiguo. Emisión del 7/6/2021, trigésimotercera de la sexta temporada, dedicada a Maurice Wilson, protagonista de la que quizás sea la historia más descabellada de las sucedidas en el Everest.
Maurice Wilson (Bradford, 1898-Everest, 1934) era un joven de buena familia de provincias inglesa al que el destino le había previsto una cómoda y aburrida vida burguesa a cargo de la fábrica de lana de su padre, pero la primera guerra mundial se cruzó en su camino y ambos bandos pusieron condecoraciones en su pecho: Inglaterra, la Military Cross y Alemania unos bonitos balazos de ametralladora. Wilson no se recuperó de la guerra ni de sus heridas y, en medio de una decadencia física y mental que contrastaba con su bonanza económica, pasó desorientado todos los años 20 y el comienzo de los 30 en EEUU, Nueva Zelanda y Londres. Pero nada dura para siempre y 45 días de ayuno y oración curaron sus heridas e hicieron de él un hombre nuevo. Agradecido a su método, decidió dedicar su vida a propagar la buena nueva: el ayuno y la oración, lo curan todo. Pero, ¿quién era él para que el mundo le hiciera caso y adoptara su método? Tenía que hacer algo que convenciera a todo quisque de que tenía razón. ¡Qué sé yo! Subir al Everest. Nadie lo había conseguido hasta ahora. Sólo había un problema, no sabía nada de escalada. Pero, qué era eso frente a la voluntad de Dios. Llegaría volando en un avión hasta cerca de la cumbre y, si no había un buen sitio para aterrizar, estrellaría la máquina y haría el fin del camino a pie, como si fuera un paseo de dominguero. Total, a quién podría importar que él, Maurice Wilson, no hubiera montado en un avión ni como pasajero.
Por fin, Wilson tenía una misión en la vida encomendada por el mismísimo Dios, así que contrató un agente de prensa y se lo dijo a todo el mundo. El 13 de abril de 1933, a bordo de su avión Ever Wrest, despegó a favor de viento en un campo cercano a Londres, el Everest le esperaba para ser el escenario de su gloria o de su muerte. El 31 de mayo de 1934, al pie del Collado Norte de la montaña más alta del mundo, hizo la última inscripción en su diario: «Fuera de nuevo. Día magnífico».