Me habías hecho olvidar, como se siente que agarren tu mano mientras caminas por locetas coloniales, que te busquen a tu casa y te presuman como un trofeo. Me habías hecho olvidar el valor de las citas bajo la luna, el placer que produce una conversación profunda entre tapas y copas, entre la multitud, pero abstraída de ella. Me habías hecho olvidar los detalles cursi. Me habías hecho olvidar lo que es sentirse reina, sin que tenga que ser articulada la palabra.