Ludwig van Beethoven murió porque lo llenaron de plomo. No es que al genial compositor alemán lo mataran a balazos, sino que literalmente fue un tratamiento médico a base de plomo lo que le provocó la muerte el día 26 de marzo de 1827. Esa es la conclusión a la que ha llegado Christian Reiter, del Instituto de Medicina Forense de la Universidad de Medicina de Viena.
Napoleón Bonaparte, muerto en la isla de Santa Elena el 5 de mayo de 1821, hace exactamente 199 años, no falleció de un cáncer de estómago provocado por una antigua úlcera, sino envenenado a conciencia, lentamente, con arsénico. Los análisis toxicológicos de los cabellos del emperador presentados ayer en el Senado francés son concluyentes: Napoleón fue asesinado, seguramente por encargo de la coalición monárquica, que temía todavía que el pequeño caporal derrotado en Waterloo volviera a fugarse para poner nuevamente en llamas la restablecida Europa de los soberanos.
El presidente estadounidense Abraham Lincoln, a quien se atribuye la paciencia de un santo, sufrió arrebatos de furia provocados por píldoras contra la melancolía, reveló hoy un estudio de la Universidad de Chicago. La razón de tal síntoma estaría en las píldoras azules que recetaban los médicos en 1860 contra la hipocondría, y más específicamente en su contenido de mercurio que llegaba a los 750 microgramos. Es decir, 9.000 veces más cantidad que la de la dosis recomendada hoy por las autoridades sanitarias.
Se define a los metales pesados como elementos de elevado peso atómico, potencialmente tóxicos, que se emplean en procesos industriales, tales como el cadmio (Cd), el cobre (Cu), el plomo (Pb), el mercurio (Hg) y el níquel (Ni) que, incluso en bajas concentraciones, pueden ser nocivos para las plantas y los animales.