Intentemos, hermanos, en este ejercicio de meditación acompañar a Jesús en su camino con la Cruz, introduciéndonos en su Sagrado Corazón e intentemos comprender los sentimientos que le embargarían en aquellos momentos tan determinantes y amargos. Sepamos acompañarle en silencio, no por no tener nada que decir, sino porque nos faltan palabras para decirlo todo, pues ante la cruz del Señor es todo lo que se pone en juego: todo el amor del corazón, todo el agradecimiento posible y también toda la vergüenza y arrepentimiento del que somos capaces por nuestros pecados y menosprecio del amor. Se cumple, lamentablemente, con demasiada frecuencia en nuestras vidas aquello atribuido a San Francisco “el amor no es amado”.