Olerte! Escuchando la lluvia comienzas a recorrer mi sistema límbico, lo seducen tus recuerdos. Por un instante cierro los ojos y mi lengua junto a mis dientes se desplaza, arropando mi labio inferior. Se humedece y el calor traspasa ese umbral y cae en una realidad alterna. Tus manos comienzan a dirigirme. La euforia con un toque de frenesí hacen que la lluvia comience a caer por mis muslos, erizados. Solo tú produces lluvias torrenciales y creas ríos descontrolados, sin orilla. Mi escenario mental comienza a cambiar, hay tres camas, un techo roto, ventanales por doquier y un calor exuberante que arrastra gotas por tu cuerpo impregnadas con el sello de tu olor. Mi cuerpo traduce la veracidad de ese recuerdo, se queda reposando en el por varios minutos. La memoria. Mi naríz queriendo extraer el aroma, pérdida en el espacio de tu entrepierna. La sístole recorre un maratón y gana el último suspiro, los latidos que circundan y retuercen los músculos que nunca fueron ejercitados por Kegel, sino por el animal que tiene de frente. El horror vacui deja de existir todo es luz, sol, no hay nada, todo es algo. Todo es memoria.