Una herida no nombrada se esconde detrás de cada sonrisa forzada, de cada logro compartido con urgencia, de cada “mírame, valídame, apruébame”. No es solo vanidad. Es terror puro a no ser suficiente. Terror a no importar si nadie lo confirma. Terror a desaparecer si no hay quien aplauda.
Y entonces… cada gesto, cada publicación, cada éxito deja de ser íntimo y auténtico, para convertirse en una transacción emocional con el mundo: “Te doy lo que esperas… para que me confirmes que valgo”.
Mecanismo simbólico activado:
El alma queda atrapada en un espejo roto:
En vez de reflejar su luz… busca en los fragmentos la mirada ajena para existir.
La validación externa se transforma en el único combustible aceptado. Y sin ella, no hay sentido, no hay valor, no hay “yo”.