cuando sintamos esta necesidad, clamemos al cielo, pidámosle a Dios que nos saque de las aguas turbulentas, no nos podemos dejar ahogar por las situaciones difíciles, pues existe un rescatista que acudirá a nosotros para llevarnos a un lugar seguro, donde nos puedan atender y sanar los posibles golpes y heridas que las aguas agitadas nos pudieron hacer. No dudemos en pedir auxilio, no nademos solos contra la corriente y como el Salmista busquemos la ayuda correcta que es Jehová.