Trabajé como enfermero pasante en un hospital donde me dieron una lista de reglas extrañas para seguir. Las reglas eran específicas, como no administrar medicación sin verificar dos veces o no entrar a la habitación 103 a ciertas horas. Al principio, pensé que era algún protocolo inusual, pero pronto descubrí que este hospital había cerrado hace décadas, después de que un incendio acabara con los pacientes y el personal. Esas reglas no eran simples advertencias, eran la única forma de sobrevivir. Lo peor fue descubrir que escapar no era una opción.