Cuando se menciona Tlalpan, muchas personas piensan inmediatamente en un lugar “lejano”, “verde” o “donde están los hospitales”. Esa es la historia única que ha prevalecido: una alcaldía periférica, casi rural, donde la ciudad comienza a desdibujarse y se mezclan lo urbano y lo natural. Esta narrativa ha influido profundamente en cómo se construye la identidad de sus habitantes. Desde fuera, se les percibe como “los que viven lejos” o los que tienen acceso a zonas boscosas, pero también como personas que están “fuera del ritmo” del resto de la ciudad. Para quienes viven ahí, esta identidad puede generar tanto orgullo por su cercanía a la naturaleza y a tradiciones más comunitarias, como frustración por la falta de reconocimiento y servicios que otras zonas tienen por default.